Los cursos que oferta el Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (Secap) se han convertido en alternativa para miles de jóvenes del país sin empleo ni cupo en las universidades públicas. 4,7% de la población en capacidad de trabajar (399 500) estaba en el desempleo hasta abril pasado, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Por otra parte, más de 90 000 bachilleres registrados en la Secretaría de Educación Ciencia y Tecnología (Senescyt) se quedarán sin cupo para este primer semestre, por la sobredemanda.
Cristina Durazno, directora de la Zonal 6 del Secap, que abarca Azuay, Cañar y Morona Santiago, considera que los jóvenes están ávidos de estudiar y trabajar, para reactivarse tras los efectos negativos que dejó la pandemia.
En estos días, más de 50 estudiantes de tercero de bachillerato del Colegio Daniel Córdova Toral de Cuenca siguen el curso de mecánica de 90 horas para practicar lo que no vieron en dos años de confinamiento. Lenín Ochoa, de 17 años, está en este grupo. El pasado jueves, en un taller ubicado en el Parque Industrial, en el norte de Cuenca, aprendió sobre el desmonte y arreglo del motor de combustión interna de un vehículo.
Ochoa no despegaba la mirada del motor, cuando Julio Pesantes, ingeniero del Secap, hurgaba y mostraba cada pieza. Para él eso es importante porque en sus planes está terminar el colegio y montar una mecánica con su familia.
Los cursos están dirigidos a personas mayores de 16 años que no conocen ningún oficio, o para quienes han adquirido conocimientos pero que no han estudiado y quieren obtener el título.
El Secap otorga a sus estudiantes el título de Auxiliar en determinado oficio, el cual es avalado por el Ministerio de Trabajo y registrado en la Senescyt. Con esto pueden emprender, adquirir independencia económica y mejorar su calidad de vida, explica Durazno.
La proyección del Secap para este año es capacitar a 100 000 personas y para esto están firmando convenios con juntas parroquiales, municipios, prefecturas, Fuerzas Armadas, instituciones privadas y más. Por ejemplo, este año van a capacitar a 10 000 conscriptos que cumplen el servicio militar voluntario en 16 temas, entre ellos: soldadura, textiles, gastronomía, electricidad, electromecánica y computación.
El Secap tiene 685 cursos en su malla curricular en las áreas de alimentos, gastronomía, agropecuaria, formulación de proyectos, administrativos, artesanías, electricidad, electrónica, mecánica, tecnologías de la información y más.
Además, abren capacitaciones en nuevas actividades de acuerdo con las necesidades y la demanda. Esta institución ofrece cursos en las 24 provincias y cuenta con 25 centros operativos.
También están llegando a la ruralidad con la contratación de facilitadores, en donde- según estudios del Secap– hay demanda de talleres en producción agropecuaria, gastronomía, turismo y otros.
Los cursos son de corta y mediana duración (entre 60 y 300 horas) y el estudiante puede escoger la modalidad: presencial (en talleres), ‘online’ (conectado en tiempo real con un facilitador) o virtual (con las clases pregrabadas).
Los dos últimos son para temas administrativos, como compras públicas y facturación. El costo es de USD 75 el de 60 horas, pero hay descuentos de 40% para las personas con vulnerabilidad, y gratuidad para quienes tienen doble vulnerabilidad.
Tras dos años de crisis sanitaria y con la reactivación económica, una de las particularidades es que hay más mujeres y jóvenes apostando por estos cursos. Según Fernando Herrera, subdirector técnico nacional del Secap, en lo que va del 2022 han formado a 72 394 personas y más del 50% corresponde a los dos grupos. Esta cobertura es el doble de lo que alcanzaron en todo el 2019, con 36 715 alumnos.
En 2020 y 2021, años de pandemia, bajaron a 13 000. Para Herrera, así apoyan a que las personas se inserten en actividades educativas, laborales y productivas.
En diciembre pasado, la cuencana Doris Calle se graduó de Auxiliar de Cosmetología. Ella tomó un curso intensivo de siete meses, con otras 14 jóvenes, iba a clases los domingos, de 08:00 a 18:00.
Allí aprendió masajes reductores, de relajación y con piedras volcánicas; limpiezas faciales, depilaciones, chocoterapia, bambuterapia entre otras técnicas. Ahora ofrece sus servicios a domicilio; y aplica todo lo aprendido.
Calle dice que se siente satisfecha como madre y como profesional, porque aporta en la economía de su hogar. “Me siento realizada, porque en poco tiempo aprendí un oficio que es útil en mi vida”.