Cientos de simpatizantes del clérigo chií Muqtada al Sadr volvieron este 30 de julio de 2022 a asaltar el Parlamento iraquí por segunda vez esta semana y anunciaron una sentada indefinida, en una nueva demostración de fuerza del líder religioso que agudiza aún más la crisis y la parálisis política que atraviesa Irak.
El objetivo de esta acción fue el mismo que el de la irrupción del miércoles: protestar contra el candidato a primer ministro de la alianza rival Marco de Coordinación, Mohamed Shia al Sudani, un exministro de Trabajo y Asuntos Sociales que Al Sadr no quiere que asuma al poder.
A primera hora de la mañana, miles de seguidores atendieron a la llamada de Al Sadr y tomaron las calles de Bagdad en dirección a la fortificada Zona Verde, donde se encuentran el Parlamento, edificios gubernamentales y embajadas extranjeras.
A diferencia del asalto del miércoles, esta vez los manifestantes se encontraron con más resistencia de las fuerzas de seguridad, que intentaron, sin éxito, dispersar a la multitud con cañones de agua y gases lacrimógenos.
Los choques dejaron poco más de cien heridos, una decena de ellos en estado grave, según el Ministerio de Salud iraquí, pero eso no desalentó a los partidarios del Al Sadr de irrumpir una vez más en el Parlamento ni de darse un chapuzón en la fuente del patio del edificio para hacer frente a las temperaturas de más de 45 grados.
Cientos de manifestantes entraron en el hemiciclo, se sentaron en los escaños, se sacaron fotos y desplegaron pancartas en contra de la corrupción, la influencia de Irán en el país y contra el candidato a primer ministro del Marco de Coordinación.
Poco después, uno de los líderes del Movimiento Sadrista, Al Said Ibrahim al Yabri, anunció una sentada indefinida con el objetivo de bloquear todas las sesiones de la Cámara baja y ejercer presión para que ningún político sea propuesto como candidato a primer ministro de Irak sin el beneplácito de Al Sadr.
Como resultado, el presidente del Parlamento, Mohamed al Halbusi, anunció la suspensión de las sesiones parlamentarias «hasta nuevo aviso» e instó a los bloques a sentarse a negociar para evitar consecuencias «desastrosas» para un país que lleva encadenando crisis y guerras durante décadas.
El influyente clérigo apadrina el Bloque Sadrista, la formación más votada -con 73 escaños- en las elecciones del pasado octubre, pero retiró a sus diputados del legislativo en junio al ver cómo el Marco de Coordinación bloqueaba todos los intentos de su partido de nombrar a un presidente y de formar Gobierno.
Esta retirada táctica permitió al Marco de Coordinación, su gran némesis chií, hacerse con la mayoría parlamentaria, pero Al Sadr advirtió que salir de la política no significaba dejar de influir en ella y ha seguido presionando sacando a sus seguidores a las calles.
La crisis desatada tras el asalto puso de manifiesto, una vez más, la fragmentación de la política iraquí y muchos actores, entre ellos la ONU, manifestaron su preocupación por la escalada de la tensión y la posibilidad de un desenlace no deseado a la vuelta de la esquina.
Por esta razón, las principales autoridades del país como el presidente, Barham Saleh, y el primer ministro en funciones, Mustafa al Kazemi, instaron a las fuerzas políticas a sentarse a negociar para alcanzar una solución consensuada a la actual crisis.
Al Kazemi fue mas explícito, al apelar a la unidad para «detener a quienes aceleran esta sedición», dijo en un discurso a la nación.
«El dilema es político, su solución es política y es posible a través de un diálogo sincero y con concesiones para Irak y los iraquíes», aseveró el primer ministro.
Por su parte, varios líderes de las formaciones que conforman el Marco de Coordinación -como el ex primer ministro Nuri al Maliki, el principal enemigo de Al Sadr- llamaron también al clérigo a sentarse a negociar y a escuchar sus demandas, en un intento de rebajar la tensión.
Pero hasta el momento, el clérigo, considerado un gran estratega político, no se ha pronunciado al respecto.
A pesar de no contar con un apoyo popular mayoritario, Al Sadr tiene la capacidad de movilizar a miles de personas en las esferas más humildes de la población chií de Irak, que lo consideran una suerte de semidiós por pertenecer a un poderoso linaje de clérigos asesinados por el dictador suní Saddam Huseín y por ser una de las principales figuras de la lucha contra la invasión de Estados Unidos en 2003.