Rusia y Corea del Norte viven estos días su mayor romance desde tiempos de la Guerra Fría, cuando el régimen de los Kim tenía en la Unión Soviética a un socio vital.
El presidente ruso Vladimir Putin prometió “ampliar las relaciones bilaterales integrales y constructivas” en una reciente carta dirigida a su homólogo norcoreano, Kim Jong-un.
Este respondió que la cooperación entre ambos países ha ascendido “al máximo nivel” en un frente común contra “las fuerzas hostiles”.
Ambos líderes sellaron su amistad en una cumbre histórica en 2019 en Vladivostok (este de Rusia) y desde entonces Kim ha expresado abiertamente su apoyo a Moscú en toda disputa que le implica.
Los gestos de lealtad de Corea del Norte a su aliado se intensificaron con la invasión a Ucrania: en julio fue el tercer país en reconocer como Estados independientes a las repúblicas de Donetsk y Luhansk bajo control de los prorrusos.
Kim tampoco ha perdido ocasión en elogiar a Rusia y a su presidente, cuya agenda política ocupa cada vez más espacio en los medios estatales norcoreanos.
BBC Mundo analiza, con la colaboración de expertos, las claves y las implicaciones de la renovada amistad entre Moscú y Pyongyang.
“Las relaciones entre Pyongyang y Moscú se deterioraron mucho tras el colapso de la Unión Soviética. Desde esa base están mejorando ahora”, explica a BBC Mundo el académico Samuel Wells, del Centro Wilson en Washington DC.
Los lazos entre Pyongyang y Moscú se remontan a la misma fundación de Corea del Norte en 1948.
Tras la II Guerra Mundial, el régimen de Joseph Stalin formó y aupó al poder a Kim Il-sung, abuelo del actual líder, a quien ayudó a construir un sistema análogo al de la URSS con particularidades de la cultura y tradición coreanas.
Moscú apoyó a su aliado contra el Sur en la Guerra de Corea (1950-53) y en las décadas siguientes fue, junto con China, valedor del régimen de los Kim, al que financió con generosos recursos económicos y materiales.
“Durante la Guerra Fría Kim Il-sung logró mantener siempre un equilibrio en sus lazos con Pekín y Moscú, siendo buen amigo de los dos sin depender exclusivamente de uno de ellos y tratando de beneficiarse de la enemistad entre ambas potenciastras la llegada al poder de Khruschev (1953)”, indica a BBC Mundo Andrés Sánchez Braun, corresponsal de la agencia Efe en Corea con 14 años de experiencia cubriendo la región.
Aun así, de entre los dos aliados fue la Unión Soviética la que más ayuda aportaba a Corea del Norte, desde alimentos o combustible hasta piezas, maquinaria y capacitación técnica, llegando incluso a subsidiar importaciones de productos norcoreanos que le resultaban inservibles.
La estrategia de Kim Jong-un
Pero todo cambió tras la disolución del bloque socialista en 1991.
Primero con Boris Yeltsin y después Vladimir Putin al frente de la nueva Rusia capitalista, las relaciones se mantuvieron relativamente frías con Corea del Norte, que pasó a tener a China como su único socio poderoso.
Las pruebas nucleares y de misiles distanciaron aún más al régimen norcoreano de Rusia, que no dudó en aprobar las sanciones más duras impuestas a Pyongyang en 2017 por sus pruebas nucleares y de proyectiles de largo alcance.
“Corea del Norte estaba probando armas atómicas, misiles cada vez más grandes, y en ese momento a Rusia, que tampoco quiere más miembros en el club de países con capacidad nuclear, no le venía bien tanta inestabilidad”, explica Sánchez Braun.
Las sanciones se impusieron para ahogar económicamente al régimen de los Kim al restringir la mayoría de sus intercambios comerciales, casi todos ellos con China.
Y la pandemia ha agudizado el aislamiento del régimen. Kim Jong-un cerró completamente las fronteras, restringiendo el flujo de insumos necesarios para el funcionamiento de la industria del país y la supervivencia de sus aproximadamente 25 millones de habitantes.
“Corea del Norte quiere tener a Rusia de su lado. Como su economía lleva dos años parada necesita no depender solo de Pekín sino también de Moscú, ya que ambos son lo más parecido a unos aliados que tiene”, afirma el periodista español.
“Por eso Kim Jong-un ha retomado la estrategia de su abuelo: mantener el juego de equilibrio entre los poderes de los que depende”.
Tanto Kim Jong-un como Vladimir Putin esperan sacar beneficio de su renovada amistad. Pero, ¿cómo?
Sobre qué puede aportar Rusia a Corea del Norte, los expertos lo tienen claro: un flujo importante de combustible y alimentos que permita al país comunista aliviar su crisis y, en menor medida, maquinaria industrial, piezas, armamento u otros insumos.
Y Pyongyang, pese a su delicada situación económica, también tiene varias cosas que ofrecer.
“Corea del Norte ya brinda a Rusia apoyo diplomático en Naciones Unidas y varios miles de operarios que trabajan en Rusia. Podría proporcionarle más trabajadores y también algunos minerales de tierras raras”, indica Wells.
Las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU de 2017 prohíben emplear a trabajadores norcoreanos, en parte por las condiciones abusivas a las que están sometidos, con largas jornadas de trabajo y la mayor parte de su salario confiscado por el Estado.
Sin embargo, varias organizaciones estiman que unos 20.000 norcoreanos trabajan en lugares remotos de Rusia en violación de las sanciones que el propio país refrendó hace cinco años.
Esta práctica asegura un beneficio mutuo, afirma Sergey Radchenko, historiador de la Guerra Fría de la Facultad de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins.
“Rusia recibe a trabajadores muy capaces y baratos, y para Corea del Norte son una importante fuente de divisas”.
La invasión de Ucrania, según muchos analistas, ha consolidado la alianza entre Moscú y Pyongyang.
“Corea del Norte tiene un largo historial de manipular a sus socios y aliados. En este caso Kim Jong-un, consciente del aislamiento de Rusia (por las sanciones internacionales tras la invasión), aprovechó el momento para abrazarla”, expone Radchenko.
El embajador ruso en Pyongyang, Alexander Matsegora, afirmó recientemente que Kim Jong-un podría enviar trabajadores para reconstruir infraestructuras dañadas por la guerra en las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Luhansk en el este de Ucrania.
Agregó que Corea del Norte tiene interés en adquirir piezas de repuesto de la era soviética para maquinaria pesada que aún se fabrican en ciudades del este de Ucrania, como Slovyansk y Kramatorsk, aún en poder de las fuerzas de Kiev.
Por otro lado, el periodista pro- Kremlin Igor Korotchenko aseguró a principios de agosto que Corea del Norte planeaba mandar 100.000 soldados a luchar del lado ruso en la guerra de Ucrania.
Ninguno de los dos gobiernos se ha pronunciado sobre esta posibilidad, mientras los expertos se muestran escépticos.
“No creo que Corea del Norte pueda o vaya a enviar tropas a Ucrania. Es algo que nunca han hecho”, afirma Wells.
“Rusia claramente necesita más tropas, pero entrenar a los norcoreanos llevaría mucho tiempo y Kim Jong-un podría resistirse por temor a que sus soldados desertaran”, opina Radchenko.
En cuanto al envío a Rusia de armas, uno de los pocos recursos que no escasean en Corea del Norte, Sánchez Braun cree que “Pyongyang no le va a dar una parte de su arsenal a Moscú, porque lo necesita para negociar en un futuro o para garantizar su propia seguridad”.
El periodista remarca otra cosa, menos tangible pero igual de importante, que Kim Jong-un puede brindar a Putin en este preciso momento: inestabilidad geopolítica.
“Corea del Norte contribuye a la inestabilidad regional y, a diferencia de hace unos años, ahora no hay nada que pueda gustar más a Moscú que eso”, asegura.
“Que Pyongyang tenga cada vez más armas, que eleve el tono de sus amenazas y que siga probando misiles le supone un quebradero de cabeza a EE.UU. en un momento en el que quiere enfocarse en el conflicto en Ucrania, pero en el que también se le abren frentes en otros lugares como Taiwán y Oriente Medio”.
La reacción de China
El principal socio de Corea del Norte sigue siendo China, país que copaba más del 90% de su comercio exterior en 2019, el año anterior al del cierre de fronteras por la pandemia, según estimaciones del Observatorio de Complejidad Económica (OEC).
China considera a Corea del Norte un importante amortiguador en su extremo nororiental, que la separa de territorio surcoreano, donde EE.UU. cuenta con bases militares y unas 28.000 tropas.
Cuanto más dependa Corea del Norte económicamente de China, mayor es la influencia política que el gigante asiático tiene sobre su socio menor.
Y Pekín suele usar esa influencia para contener en la medida de lo posible el explosivo temperamento del régimen de Kim, cuyas amenazas, pruebas nucleares y de misiles atraen más presencia militar y maniobras de Corea del Sur y Estados Unidos en la zona.
Así, Radchenko cree que “los chinos no estarán contentos” si se intensifica el romance entre Pyongyang y Moscú.
“Siempre miran con recelo las intrusiones de Rusia en Corea del Norte, y entienden que cualquier mejora en sus lazos solo dará a Kim Jong-un más ventaja frente a China”.
Wells opina en la misma línea: “Si la relación se estrecha mucho más, es probable que Pekín comunique el descontento de sus líderes, tanto diplomáticamente como retrasando el suministro de alimentos y energía”.