Portoviejo: playa, parques y cocina patrimonial

sábado, Sep 10

Las contundentes tongas, envueltos en hoja de plátano con arroz, maduro, carnes y salsa de maní, toman la forma de una pequeña degustación para los paladares foráneos. Los tradicionales bolones de plátano verde se elaboran con camarón o longaniza manaba. Y se sirven en una fuente con abundante salsa madre de camarones, por ejemplo. Esas son algunas de las sorpresas gustativas que Portoviejo depara a sus visitantes.

Las recetas de parroquias urbanas y rurales de la ciudad le valieron, en 2018, la declaratoria como Patrimonio Inmaterial del Ecuador a la cocina tradicional de la provincia de Manabí. La gastronomía, los grandes y pequeños parques, el centro histórico, los sitios arqueológicos y la playa de Crucita constan entre los atractivos de la capital manabita.

En 2019, Portoviejo fue declarada Ciudad Creativa de la Gastronomía por la Unesco. Y por sus atributos, la elevaron en 2020 a Pueblo Mágico del Ecuador.

Las áreas verdes y parques emblemáticos son lo primero que se destacan del casco urbano. Entre La Rotonda y Las Vegas suman más de 25 hectáreas de zonas de esparcimiento. Son dos de los pulmones naturales de la urbe.

Las bicicletas familiares y pequeños coches en los que pedalean cuatro personas llenan de risas las ciclovías. Los paseos en bote por las lagunas o los sitios para pícnic son otras opciones. Mientras en las noches, los chorros de las fuentes danzantes proyectan imágenes y video. Los parques cuentan con plazas de alimentos. Y en Las Vegas se destaca además un circuito de murales artísticos.

A esto se suma un regenerado centro histórico, con sus propios parques, iglesias, biblioteca y el museo. Se intervinieron 20 manzanas afectadas por el terremoto de 2016. “Hemos demostrado ser una ciudad resiliente”, dice Diana Bravo, directora de desarrollo turístico de Portoviejo. Las inversiones que se instalan en la Zona Cero del terremoto tienen un descuento del cincuenta por ciento en ocho tributos durante cinco años, lo que “ha acelerado el proceso de reconstrucción”.

Los portadores de saberes de la cocina tradicional portovejense están sobre todo en parroquias rurales. Uno de los retos ha sido ofrecer en el casco urbano esas recetas, dice Luis Balda, chef del restaurante montubio Cocina Manabita.
“Lugares que no vendían antes cocina tradicional ahora lo están haciendo, han cambiado incluso su concepto con todos estos reconocimientos”, dice el chef. Habla de una preocupación de los restaurantes por “hacerle justicia” a ese bagaje cultural de raigambre campesino, y “ponerlo en valor”.

Una de las opciones son los 65 restaurantes comedores populares de El Mercadazo, en el piso alto del moderno mercado Plaza Central, que abre las 24 horas del día en el centro. “La cebichería Gualá tienen una tradición de 40 años. Hasta mediodía venden entre 200 a 300 platos de cebiche de pescado encurtido”, indicó Atenaida Cedeño, coordinadora de la Plaza.

Balda, quien ha representado a Portoviejo en ferias internacionales de la red de ciudades creativas, utiliza en su restaurante vasijas de barro y hornos de leña. Entre los principales platos están la tonga, el viche o el hornado de cabeza de cerdo (de cocción lenta y servido con yuca). La torta de choclo dulce se combina con salsa de queso y salprieta. Pero el sorprendente bolón en salsa de camarones es uno de los platillos más vendidos.

Los minibolones están en un menú de degustación de cinco tiempos que se ofrece para que los visitantes se hagan una idea de la amplia variedad de platillos.

El viche, la tradicional sopa de pescado que nace en la zona rural -en la montaña- y se preparaba incluso con camarón de río, ahora es uno de los platillos icónicos del balneario costero de Crucita. La parroquia está ubicada a 20 minutos en auto desde Portoviejo.

El turismo de sol y playa es otra de las ofertas del cantón. En Crucita se ofrecen juegos acuáticos y desde lo alto de un cerro junto al mar despegan los aficionados al vuelo libre o al parapente.

Luis Tobar, parapentista que lleva 22 años volando sobre la costa y transportando consigo a turistas, dice que se puede planear desde 100 hasta 400 m de altura. El vuelo junto a las aves ofrece una gran vista de todo el perfil costero, dice.