Pese a que el confinamiento por la pandemia de covid-19 terminó, las secuelas que dejó siguen aflorando tras el retorno a la presencialidad.
Conflictos, falta de empatía, manejo emocional inadecuado son parte de las consecuencias que deben afrontar profesores y autoridades de planteles educativos, tras dos años de virtualidad.
EL COMERCIO dialogó con psicólogos y autoridades de cuatro planteles educativos de Quito para conocer cómo están manejando los conflictos entre alumnos y qué hacen en casos de bullying.
Carmen Iñahuazo, psicóloga de la Unidad Educativa San Andrés, en el Centro Histórico de Quito, primero explica que debido a la falta de socialización de los alumnos por el confinamiento se creó una pandemia emocional y poco empática al volver a las aulas.
Las situaciones de depresión y ansiedad entre alumnos, además, no son tomadas con seriedad entre compañeros de aula.
Añade que en muchos casos hay un incremento de la sobreprotección de los padres y uso descontrolado de la tecnología. Esto afecta a la empatía y provoca situaciones conflictivas.
En esta institución se han registrado conflictos estudiantiles de bajo impacto como intercambio de palabras, que son resueltos mediante el diálogo y acuerdos entre alumnos y padres.
Los acuerdos que realizan van de la mano de la empatía ante la situación.
Con la ayuda del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) del colegio se establecen ayudantes entre alumnos y maestros para identificar situaciones de violencia.
En el caso del Colegio San Gabriel, en el centro norte de Quito, Mauricio Oliveros, secretario, también reconoce un aumento de conflictos al volver a la presencialidad.
Frente a hechos de acoso escolar han diferenciado tres situaciones que pueden ocurrir: conflictos escolares de bajo impacto (intercambio de palabras), violencia (agresiones físicas) y acoso escolar (frecuentes agresiones físicas o verbales en un determinado tiempo)
Vladimir Galárraga, encargado del Bienestar Estudiantil y Sana convivencia de esta institución, explica que se manejan procesos y proyectos de prevención de acoso escolar y aplican formas de identificación de actitudes y comportamientos que den indicios de bullying.
Todo esto es socializado con el personal institucional y padres de familia para mantener un trabajo colaborativo.
Este acompañamiento pedagógico ha disminuido el bullying. El personal del colegio brinda a estudiantes un seguimiento cercano con espacios de diálogo para conocer la situación de acoso. Se activan procesos psicológicos y pedagógicos para tratarlos.
Andrea Benítez, psicóloga, explica que para detectar un caso de abuso es importante la psicoeducación. Esta consiste en conocer y entender qué es el bullying y cómo se identifica.
La dificultad para detectar casos recae en normalizar las acciones, por ejemplo, bromas pesadas, agresiones físicas, comentarios sobre la apariencia. Esto crea cuadros depresivos y ansiosos en estudiantes y terminan en autolesiones o suicidio.
Alexandra Maldonado, coordinadora del DECE de la Unidad Educativa Particular Saint Dominic School, ubicada en el Valle De Los Chillos, en cambio, enfatiza en que parte de la socialización es crear espacios de diálogo. Ahí se conoce lo que les sucede a los estudiantes dentro y fuera del colegio.
En este centro educativo cuentan con redes de apoyo con entidades públicas y privadas, que incluyen a profesionales de la salud mental que trabajan en la socialización del manejo del acoso escolar en la institución.
Las campañas de apoyo incluyen charlas preventivas que involucran a los estudiantes y maestros.
Otra forma de apoyo creada en la institución, desde el 2022, fue establecer psicólogos como tutores de curso. Los profesionales tienen dentro de su horario un tiempo específico para conocer la situación de cada estudiante e intervenir si lo amerita.
Maldonado asegura que en la institución no se han identificado casos de acoso escolar. Pero sí se han registrado conflictos entre pares por malos entendidos que son solucionados con diálogo.
Talleres de crianza asertiva
Gloria Arias, rectora subrogante de la Unidad Educativa Municipal Sebastián de Benalcázar, al norte de Quito, explica que trabajan con charlas y prevención. Esto se hace todo el año escolar y asegura que no se han tenido casos de bullying.
El protocolo que manejan con la corresponsabilidad de los padres es el taller de crianza asertiva que induce a crear relaciones positivas y comunicativas entre padres e hijos para identificar posibles problemas de bullying.
En cambio, en el caso de los maestros se establecen horarios y turnos para realizar monitoreos dentro de la institución en puntos ciegos, como baños o patios, en donde se pueden registrar hechos de violencia entre estudiantes.
Protocolos antibullying oficiales incluyen a padres ¿Qué falla?
Los casos de acoso en las instituciones educativas son sancionados por el Ministerio de Educación. La entidad maneja un documento de Rutas y Protocolos Disciplinarios que se activa cuando existen situaciones de violencia entre alumnos.
Los protocolos son de estricto cumplimiento para todas las instituciones educativas públicas y privadas del país. Las sanciones involucran llamados de atención, reportes, cambios de aulas de los presuntos agresores y la reubicación del presunto acosador a otro establecimiento educativo.
El trabajo conjunto para detectar y tratar los casos de bullying involucran a padres y personal institucional. Los lineamientos disponen a quienes conozcan de un caso de violencia qué informen a las autoridades del plantel y al ministerio.
Las familias tienen la corresponsabilidad de denunciar los hechos violentos para empezar con la investigación y activar rutas y protocolos.
Las fallas más recurrentes en los protocolos es normalizar las actitudes violentas como bromas o comentarios desde las familias y docentes que dejan los indicios de bullying a un lado.
¿Qué se debe cambiar y mejorar?
Fernanda Vela, directora del Centro Psicológico Ser y directora del DECE de una institución educativa de Quito, indica que uno de los errores en el manejo del acoso escolar es dar campañas educativas e informativas de forma académica.
Según Vela, estas charlas no trascienden ni crean una conciencia en los alumnos ante esta problemática.
Dar charlas por cumplimiento a un plan de estudios o cronograma no sensibiliza a los estudiantes y no se identifican con precisión los cambios conductuales propios y de compañeros que son acosados.
En cambio, si se manejan de forma práctica como: mostrar situaciones reales, dramatizar hechos de acoso y dinámicas interactivas para buscar una solución ayuda a sensibilizar y mantener una empatía en niños y jóvenes.
Otro punto a trabajar es el acompañamiento parental dentro de los hogares con la revisión de conductas, colocación de límites y espacios de diálogo. Hay que dejar de lado castigos y regaños que involucren agresiones verbales y físicas hacia los menores que pueden replicar con sus pares en la institución.
La reparación de estos aspectos debe iniciar por no minimizar el sentir emocional de víctimas y presuntos agresores.