Un comando desembarca en unas instalaciones militares de las tropas de la Z. Ningún soldado de Kiev había vuelto a pisar la península desde la ocupación rusa de 2014.
Desde 2014 ningún soldado ucraniano había vuelto a pisar la península de Crimea. Nueve años después, en una misión nocturna, un grupo de 10 militares ucranianos, que llegaron sobre cuatro lanchas rápidas, irrumpieron en la playa de Olenivka, en la costa de Mayak, su extremo más occidental. Se trata de un importante complejo militar donde se lanzan los misiles de crucero y los drones Shaeed hacia Ucrania, además de guardar un complejo de radares y una carísima batería antiaérea S400 que fue reventada por Kiev el día anterior.
En ese lugar descansan además cientos de soldados rusos dentro de unas cabañas de verano pensadas para el turismo. Los ucranianos, algunos miembros de las Fuerzas Especiales y otros del servicio secreto (SBU) colocaron una bandera ucraniana y pusieron explosivos en los dormitorios de los militares ocupantes. Bajo la oscuridad de la noche, los guardias del complejo no notaron la presencia de los ucranianos hasta que volvían a las embarcaciones, momento en el que comenzó un tiroteo que despertó a la guarnición.
El propio Kiril Budanov, jefe de Inteligencia ucraniana y gran muñidor de este tipo de misiones audaces, ha rematado el asunto a su manera críptica: «Podemos atacar cuando y dónde queramos, en cualquier parte de Crimea. Aquellos que hayan hecho estupideces, será mejor que se vayan»